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Música en Garabombo

El poder de la música

No hace falta irse lejos para disfrutar un viaje. No hace falta mucho glamour para disfrutar de un show. Mucho menos ir a lugares de renombre para escuchar buena música. Es ella que lo logra todo y lo puede todo. Es ese misterio y esa magia que envuelve a la música. Es ella la que te permite viajar y olvidar las penas, para que un sábado a la noche sea diferente.
Garabombo fue el lugar. La buena comida terminó siendo una anécdota –perdón al chef- en una casa en pleno Paseo de las Artes que anda media escondida. Como lo estaba la voz de Marina Cavalletti, una de esas personas que te presenta la vida y la profesión, y a las que uno le agradece tantas sorpresas.
Uno en las noches coscoínas disfrutaba de su presencia, pero este sábado uno pudo ver más allá. Su voz tan dulce y poderosa, la hizo más ella, la hizo más linda. La noche comenzó entonces a cambiar cuando encontró otro brillo, además del que daban las velas en las mesas.
El escenario no es más que el mismo suelo que pisamos, los comensales la ven desde sus sillas, y cómodos, bien agrupados comienzan a viajar con las letras de Zamba por Vos, La pomeña, La pobrecita, Candombe de mucho palo para demostrar que ella, junto a los músicos que la acompañan se amoldan muy bien a cada género, a cada nota, a cada momento. Carlos Ontivero en cajón, Pedro Ferreyra en piano, Marcelino Peralta Ramos en clarinete y pincuyo, le pusieron folklore al lugar. Y digo folklore de todo tipo, argento y con raíces de otros países. Entonces uno sí viajó y si se animó a descifrar la noche.
Canción de cuna costera, Los ejes de mi carreta en una versión de salsa, Sabor a mí para que los pies se movieran y las palmas amagaran en buscar eco, Gatito de las penas, iban quedando muy bien –pero muy bien- en la voz de Marina.
El beso en las últimas mesas de una bella mujer, ayuda para que uno se inspire a escuchar temas como Zamba de Lozano, Bajo el sauce solo, Como dos extraños ­–qué hermoso tema por más que las vecinas amagaran a ponerse nostálgicas-. Blues del equipaje y Desconfío daban por finalizada una velada más que provechosa, mientras las copas de vino quedaban a medias, para darle lugar a las manos para aplaudir. Para agradecer estos temas. Para agradecerle a Marina que cante y se deje llevar. Uno le agradece el viaje que lo devuelve al mismo lugar cuando abre los ojos y tiene que aplaudir porque la frase

pero aquí estoy tan solo en la vida, 
que mejor me voy”

nos dice que ya termina. Y como uno desconfía de la vida, y empieza a confiar en sí mismo se deja guiar por las calles de Córdoba. Va contando historias a unos oídos que los quiere escuchar, para que –si la suerte y la música acompaña- comience otro viaje.














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