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Homenaje a Bam Bam Miranda


Yo lo ví

Me siento frente a la hoja en blanco. Se magnifica, y más cuando hay que escribir sobre alguien que marcó un antes y un después en la música, tanto de su país como del nuestro. Más precisamente de Córdoba.
            Pero acá voy. Empiezo la aventura de poder contar con palabras lo que se vivió el sábado, a pasitos de un año de la muerte de Bam Bam. El Gran Bam Bam.

            En realidad no sé como encarar esta nota. Si como un homenaje, como una crónica del show de Guarango, o cómo. Pero de golpe se me ocurren varias cosas, como por ejemplo comparar a Bam Bam con San Martín. Ya que en el día de la Independencia de Perú, fue el día donde se lo recordó. Fue el mismo día en que ese ACV le dio una estocada fatal hace un año, el 28 de julio y en el Teatro del Libertador. Entonces si las comparaciones son odiosas, a veces son necesarias me digo, y empiezo a asociar a Don José de San Martín liberador de Perú, con Bam Bam liberador de nosotros. Y digo nosotros en calidad de argentinos y latinoamericanos. Digo que nos liberó con la música, y con la alegría que te envuelve, que te roza, que te cura. Entonces ese pelado que tenía en las manos libertad y hasta libertinaje, nos liberaba a nosotros, o liberaba nuestro cuerpo.
            Así uno se predisponía el sábado a ver el “show trunco que debía cerrarse” en palabras de los miembros de Guarango, quienes recordaban siempre a ese espíritu que no se fue, que está. El comienzo fue con varios cajones en hilera, todos juntos, todos sincronizados, todos concentrados. Todos dando calor y color a la noche, para que el grito final fuera por Perú.
            El Cónsul de dicho país, Ministro Jorge Benavides De la Sotta, fue el encargado de la parte formal, al evocar a Bam Bam como “un gran peruano que a la vez fue un músico genial, y que fue en Córdoba el principal difusor de la cultura musical del Perú, país rico en artistas, siendo un embajador de lujo, y un orgullo a sus compatriotas. Como persona y como amigo que fui de él, hago un recuerdo emocionado de la gran persona que fue, de su inteligencia profunda, de su vida de poeta que vivió el a toda prisa, con su chispa. Esta noche quiero reafirmar el recuerdo vivo de alguien que con su espíritu nos acompaña  y nos mira entre tristón y burlón. Entre los que lo tuvimos cerca, Bam Bam nunca morirá. Esta en nuestras vidas con ribetes de leyenda y parafraseando digo, Bam Bam ha muerto. ¡Viva Bam Bam!”


La música

La noche ya tenía una cita con el sonido y la fiesta entonces. Así siendo “el mejor homenaje para un músico, con la música”, comenzó lo que se esperaba. Y lo que se esperaba era sabor, era felicidad, era Perú por todos lados. Debían haber escuchado las alegrías de los cajones, de los bongós, de las congas. Temas como La flor de la canela, Oya Ye Ye, Guaranguito, Yo te canto, hacían que en las butacas del fondo del Auditorio Diego de Torres, se armara el baile.
Muchos ni se preocupan por el tema que tocan, todos bailan. Los tambores tienen ese poder. El poder de modificar los estados, de permitir la compañía de personas que ni se conocen, de ver con otros ojos la vida, de pensar con otras ganas a la música. De dejar volar a los pies, de dejar volar a las ganas.
Al borde del escenario dos congas. Parecían estar solas. La voz de Guarango anunciaba que lo dejaban así porque ellos creían que Bam Bam Miranda estaba ahí tocando. Y no sé si fueron las ganas infinitas que tenía de míralo nuevamente allí, tocando con esa fuerza y pasión que lo caracterizaba. No sé si yo tenía tantas ganas de mirar a ese peruano que fue liberador y embajador con la mejor música. Que fue educador de los tambores para que dieran rienda suelta al goce de los escuchas. Yo no sé si fue que lo quería volver a mirar ahí, delante de todos, dirigiendo la orquesta de sonidos de raíces. No sé que fue, pero créanme que lo vi. Piensen que estoy loco, pero yo sé que en un momento, él estaba ahí tocando de nuevo y yo lo vi.






Juan José Coronell

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