Tonolec se presentó
ante una Sala de las Américas repleta. El dúo que hace una mezcla con ritmos
étnicos y electrónicos, es una de las mejores y más novedosas apariciones del
folclore.
Recuerdos de Cosquín
para escribir hoy. Recuerdos sobre un amigo que discutía varios artistas porque
según él, no eran del folklore. No eran folklore. En una charla larga la pregunta
¿qué es folklore? Surgió. Y a mi me quedó girando en la cabeza.
Tonolec, para los que no saben, está formado por
Charo Bogarín y Diego Pérez. Ellos comenzaron haciendo música electrónica,
hasta que sintieron la necesidad de volver a las raíces. Cantar los cantos de
sus latitudes, de nuestras latitudes. Allí, se forma este dúo que le da voz a
la etnia Qom (Toba), que le canta y los canta. Que los estudia desde adentro,
intercambia experiencias musicales y de vida, y teje con sus cantos y pistas electrónicas
nuevas formas de música. Como participar en las rondas de canto y baile del coro
de mujeres hombres tobas “Chelaalapí” (Bandada
de Zorzales), que viven en Resistencia, y poseen la particularidad de pasar canciones
de generaciones a generaciones oralmente.
Tonolec significa “caburé” en
lengua toba, quiere decir ave de canto hipnótico del monte chaqueño. Este con
su canto atrae a sus presas. Charo sería ese ave, que a la vez nos atrae y
cuando parece que nos caza nos deja volar. Porque la potencia de su voz y su
porte para cantar enamoran hasta al más descreído.
Y ese enamoramiento comienza pasadas
las 22. Charo y Diego suben a un escenario que los recibió con flores. Y allí
comenzó la lista de temas: Monte /tierra
cautiva, Techo de paja, La cazadora –para explicar como la mujer aborigen
se amolda a estos tiempos-, En busca del
sol, Baila Baila. La noche transcurría entre ovaciones cuando una ovación
local se escuchó. Paola Bernal fue
invitada a cantar Zamba para olvidar, La
saya.
Si hay algo particular de este dúo, es que en varios temas mezclan la
lengua toba con el castellano. Como en Cinco
siglos igual, para cantarlo desde el lenguaje de los que sufrieron esos
siglos. El rito, Canto de cuna (Lullaby)
–realmente hermoso- un tema de los que se trasladaron de generación en generación,
Mi caballito (So Caayolec) , dedicada
a los chicos presentes porque la música “sana, cura, une y divierte” y El cosechero de Ramón Ayala fueron los
culpables de que ellos cosecharan aplausos. Como cuando Diego comentó lo
impactante que es para él los 400 años de la Universidad Nacional de Córdoba,
ya que él estudió allí y además de cantar en el escenario donde alguna vez
tocara Luis Alberto Spinetta. Sin palabras.
Ay
corazoncito, Noyetapec -el primer tema que escucharon
de las comunidades y que le hicieron cambiar el rumbo de su música- Llora tus penas –dedicada a su madre
que se hizo cargo de ella tras la desaparición de su padre en 1976, “porque hay
ausencia que marcan, pero presencias que marcan con el ejemplo”-, Mujer, cántaro niño, y el final con Antiguos dueños de las flechas, cerraron
una noche fantástica.
A mi amigo le dije que el
folklore, como una vez mencionó Raly Barrionuevo, es cantar desde lo más
íntimo, desde adentro. Que por más que no parezca folklore lo es y que las
nuevas formas de hacerlo logran que nunca se muera. La fuerza que tiene Charo para
cantar es impresionante. Ella saca todo de sí y logra hipnotizar a sus presas,
y las enamora. En uno de sus temas canta: “Hey, por
mis venas corre sangre nativa, es dulce, es tibia, con un beso se activa”.
Eso es Tonolec, sangre nativa que se activa y sale a la luz. Y canta, desde
adentro. Para hacernos saber que esto es el folklore. La sangre de los pueblos
nativos y la voz de quienes nunca fueron escuchados. Con arreglos electrónicos,
con un bombo, o con lo que sea. Esto es folklore. Cantar lo de uno, desde uno y
para todos. Tonolec es folklore.
Texto y fotos: JUAN JOSÉ CORONELL