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El milagro de que Guerra sea Paz - (Pedro Guerra en Córdoba )



El cantautor canario se presentó este domingo en Córdoba, en su gira pos sus 30 años de carrera. Ante un Quality Espacio casi lleno, venció al frío con la calidez de sus letras y su voz. Esta es la crónica de un artista, en el cual su apellido nada tiene que ver con él.

A su izquierda un perchero, donde deja su campera. Y debajo de él, sus zapatillas. Se pone cómodo, camina descalzo por el escenario y se sienta. No necesita más nada que su guitarra. Eso que parece un simple instrumento, con él cobra vida. Y se acompañan mutuamente.
Trovador español, que formó el Taller Canario de Canción, hizo de sus letras poesía para su público. Incluyendo a grandes artistas como Ana Belén, quien lo cantó por primera vez cuando los ’90 se acercaban, y cuando él comenzaba su carrera en solitario.
Así, solo llegó a Córdoba. Tan solo, que se dejó acompañar y nos acompañó mientras Canciones, Papá Cantó, Siete puertas, De menos comenzaron a sonar. Así, en un repaso de treinta años, sus viejos y queridos temas, junto a los nuevos y por querer, invadieron de una vez y para siempre la sala.
Las canciones se abrazaron al recuerdo de los que estaban ahí. Horas y horas, discos y discos de buena música. Una prosa tan cuidada como la melodía. Un profundo sentir en lo que canta, como en lo que piensa.


El arte de escribir

Daniela, Nadie sabe primer tema que le cantó Ana Belén, Caperucita Roja, Pasa, Así nunca volvió a ser poema de Ángel González, Lara mostraron que canta como vive. Y en sus charlas con el público, muestra que la sencillez es lo suyo. Y que lo suyo también, es escribir. Canciones. Poemas con música.
 Debajo del puente, Casandra, Ofrenda, Monarca –la historia de una mariposa que viaja con la libertad como pasaporte- El viaje, Bebes del río, Contra el poder, Contamíname se fueron alternando con algunos chistes compartidos con la gente. A esta altura ya había tocado el timple canario. Su primer instrumento restaurado, haciéndonos verlo hace unos treinta años atrás, cuando nadie sabía que él iba a ser él.
Cerca del final, La vasija de barro, Mar de Mármara, Deseo –uno de sus temas más famosos-  fueron regalados. Algo tan personal, que se vuelve tan colectivo. Algo tan íntimo que permite un momento único. Así, llegó al homenaje por la música argentina, por las influencias que tuvieron en él, genios como Yupanqui, Spinetta, Baglietto, Charly y Mercedes Sosa, entre otros. Entonces cantó Zamba para no morir. Y cuando parecía que nada podía superarlo,   El marido de la Peluquera, Cuando Pedro llegó, dieron el final a una noche de domingo especial.



 Queda en el aire la sensación de paz. Lo raro es que pasa después de escuchar a Guerra. Ese es su milagro. Poder cambiar las cosas, facilitarlas para que todo sea bueno. Dar paz. Regalar amor. Como a una pareja que en el fondo oscuro, no sabe que el show fue la antesala de una noche donde se comprometerían con la buena música, con el amor, con la paz.


Coronell, Juan José.
Fotos: Martín Ram.

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